Hoy la palabra ética —entendida como una serie de normas de conducta que le hacen bien al hombre y buscan el bien común— está bastante pasada de moda. Y no es de extrañar que esto suceda cuando vivimos en una cultura en la que ser "open mind" se confunde con aceptar cualquier acción como válida por el simple hecho de que alguien la desee ejecutar, siempre y cuando esta "no le haga daño a nadie".
En las últimas décadas se han logrado notables avances en libertades humanas. Por ejemplo, las mujeres podemos educarnos, trabajar y ganar dinero en igualdad de condiciones que los hombres en la mayoría de sociedades occidentales. Ahora hay códigos de normas laborales para todos, y se regulan y protegen excesos anteriormente ignorados en relación al trabajo de menores. Sin embargo, también es cierto que en una afán por ganar libertades hemos caído en un pozo de relativismo en el cual discernir lo que está bien de lo que está mal tiene más que ver con el deseo que con la conciencia moral y social.
Desafortunadamente, esta forma de ver la vida también ha traído consecuencias negativas en el ámbito de la empresa y del trabajo. El tener como objetivo central la rentabilidad ha hecho que se arrastren al fango valores humanos que son esenciales para el desarrollo de un verdadero bien común: el respeto, la solidaridad, la justicia, entre otros.
Es por eso que hoy, más que nunca, se deben rescatar los valores éticos en la empresa. Basta mirar por la ventana para darnos cuenta de que en este siglo hay más riqueza material que nunca en la historia, pero jamás ha estado distribuida de forma tan desigual. Del mismo modo, en este afán por buscar ganancias, muchas veces las empresas abusan no solo de sus empleados, sino de sus clientes, o practican la competencia desleal. Todo esto, repito, debe ser un llamado a la reflexión sobre la importancia de la ética en el trabajo y sobre cómo nosotros, en cuanto profesionales, debemos también esmerarnos por tener una formación no solo técnica sino también humana. Desde esa síntesis podremos ser, además de excelentes profesionales, también buenas personas que impacten positivamente tanto en la empresa como en la sociedad y, sobre todo, en nuestras familias.
¿Por qué rescatar la ética en el ejercicio de la profesión?
- Es verdad que el trabajo es una fuente de ingresos económicos, pero no es una actividad individual o egoísta, sino más bien tiene una profunda orientación social y comunitaria.
- El trabajo es una ocasión de crecimiento y realización. Por eso no hay que ver solo los frutos "externos" del trabajo (lo que se “produce”), sino también sus frutos “internos” (lo que “produce” en nosotros). Una acción poco ética en el trabajo no solo tiene efectos fuera de nosotros, sino principalmente dentro de nosotros mismos.
- El trabajo, si está bien hecho, tiene efectos positivos en la propia persona, en la institución en la que se labora y en la sociedad en su conjunto. Realizar un buen trabajo y preocuparnos porque ese trabajo contribuya al bien de la sociedad no es un acto de generosidad, sino un deber de justicia.
- Cuando una empresa se preocupa por sus empleados, sus clientes y por el bien social, genera un mejor clima laboral. Esto se ve reflejado en una mayor satisfacción en los trabajadores y en un aumento en su motivación en el trabajo, con el consecuente crecimiento en su productividad. Además, se logra una cultura empresarial unificada, fortaleciéndose la cohesión interna: todos conocen las reglas de juego, apuntan en la misma dirección y aumenta la sinergia. Todo esto hace que disminuyan las pérdidas o los gastos en la empresa.
- Una empresa con valores elevados, responde a una demanda de la sociedad que cada vez valora más el comportamiento ético de estas. También mejora la imagen y la reputación corporativa, lo que supone una ventaja competitiva.
- La preocupación más importante en el ámbito laboral debe ser siempre el bienestar del ser humano. La vida profesional, si quiere ser fuente de felicidad para todos, necesita regirse por la ética.
Giuliana Caccia
Especialista en temas de familia y afectividad
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